Parte I: La absurda polaridad de la intolerancia
Comenzaré diciendo que a lo largo de mi experiencia personal he madurado (desde mi entender) en la cuestión de mis opiniones políticas, he pasado por varios espectros tanto de derecha como de izquierda, manteniendo que mi postura hacia ambas siempre había sido fanática ergo ignorante y adoctrinada.
Hoy en día me identifico como un liberal de centro, cosa muy criticada entre las redes sociales actualmente, donde uno no puede defender el estado laico sin caer en el absurdo del anticlericalismo, comenzaré con una vivencia personal, en la cual un contacto de conocida afiliación ultra católica, sostenía veladamente que la Revolución Francesa (si, en mayúsculas, porqué para mí es nombre propio) fue una atrocidad y que la Inquisición española no lo fue, desmenuzando estas ideas destacó los siguientes puntos:
Si, los reportes sobre quemas de brujas por parte de la inquisición han sido enormemente exagerados, gracias al profundo estudio de los registros históricos de la época podemos darnos cuenta de que en 500 años se ejecutaron a no más de 300 personas, sin embargo si la inquisición no ejecutó a tantas personas como se nos había hecho creer, no le quita lo atroz ni brutal del movimiento, utilizada para afianzar el poder político y económico detrás de una creencia religiosa (como generalmente sucede) la Inquisición sigue representado un periodo de terror y oscurantismo utilizado por los gobernantes del momento para eliminar a rivales, si bien no los ejecutaban, muchos casos la humillación de los “procesos judiciales” obligaban a los indiciados a vender sus bienes (en caso de que no se les hubiera incautado anteriormente) para costear su defensa judicial (práctica que parece subsistir hasta nuestros días) o a abandonar la región por temor a las represalias populares (fomentada desde los púlpitos) ya que si algo sabemos de los procesos judiciales es que no importa la sentencia del juez, si no lo que el pueblo opine sobre el procesado.
Destacó que esta opinión no es un ataque al catolicismo que considero tiene muchos puntos favorables cuando se lleva bien la doctrina social de la Iglesia Católica, solo pienso que es absurdo demeritorio un movimiento tan importante para nuestra evolución filosófica, política, ideológica y social como lo fue la Revolución Francesa, solo por la falacia de que “mató en dos años más que la Inquisición en 500” cosa que sigue siendo altamente rebatible, ya que los registros históricos sobre las ejecuciones en el periodo Jacobino (que defenderé siempre) siguen siendo un misterio, y siguen siendo altamente exagerados hoy en día, así como lo fueron los de la Inquisición durante 500 años, siguiendo en ese tren e pensamiento, me permitiré ahondar más sobre mi defensa a la Revolución Francesa partiendo sobre un pequeño resumen de lo que fue ese movimiento.
La Revolución Francesa no fue un solo movimiento que comenzó el 14 de julio de 1789, si no una larga lucha por la libertad que se comenzó a gestar desde principios del siglo XVIII influenciados por la ilustración (qué en su momento fueron condenados por... ¡EXACTO! La Inquisición) donde se sostenía que el poder de los gobernantes no recaía sobre un monarca por méritos hereditarios (y/o divinos) más que en la voluntad popular, pasando por disertaciones sobre qué es el hombre y porqué es el hombre (Hombre como género humano, antes de que las feministas me quieran crucificar) la Revolución Francesa fue la culminación de esa lucha social de una nación por querer decidir sobre su gobierno, desembocando una lucha de clases (No confundir con la actual falacia de la lucha de clases que es hoy en día un simple resentimiento social, pero sobre eso profundizaré próximamente) entre los plebeyos, y los aristócratas, siendo los primeros la mano de obra requerida por los últimos para conservar su estilo de vida, en un principio, la toma de la Bastilla fue solo un exabrupto de hartazgo popular para demostrar que estaban inconformes con los excesos de los aristócratas que los sumía en un estado tan deplorable que era inhumana la condición en la que los plebeyos apenas sobrevivían, difiero en parte al relato popular que cuenta que el ministro del interior del tirano Louis XVI (en francés por qué diría el célebre Carod Rovira que los nombres no se traducen) le dijo ante su pregunta de “¿es una revuelta?” –“No mi señor, es una revolución” es un relato romántico sobre la piedra angular del movimiento, pero no considero que fuera una revolución, ya que la verdadera Revolución Francesa tardaría de 2 a 3 años más en concretarse con la proclamación de la república el 22 de septiembre de 1792, la toma de la bastilla ciertamente desembocó en enfrentamientos entre el estado y los plebeyos, pasando por esa verdadera acción de subversión ciudadana en el “Juramento de la cancha de tenis” donde los representantes del tercer estado (los plebeyos) desconocieron el decreto absolutista de Louis XVI en el que ordenaba disolver la “Asamblea de los Estado Generales” que en ese momento la idea de proclamar una república ere inexistente, solo se quería establecer una monarquía constitucional que limitará las funciones del rey, continuaron debatiendo sobre reformas al gobierno que permitieran hacerle frente a la crisis económica y política que vivía el Reino Francés en ese momento, cabe destacar que muchos representantes del primer estado los nobles aristócratas, se mantuvieron al lado de los representantes del pueblo, existiendo otro romántico relato donde el Marqués de LaFayette se negó a ordenar a la guardia real la entrada forzada a disolver la asamblea, de nuevo al día de hoy no existen registros sobre la veracidad de ese acontecimiento, es una simple licencia poética para exaltar los valores de aristócratas verdaderamente enamorados de su pueblo y con ganas de sacarlo adelante, y mientras parte del primer estado defendía los derechos de los plebeyos de asociarse y debatir legislaciones para mejorar el rumbo del reino ¿Dónde estaban los representantes del segundo estado? (El clero) probablemente muy ocupados con sus disertaciones sobre la inmoralidad que representaba limitar los poderes del monarca dados por decreto celestial, y de cómo un puñado de “campesinos” (que eran doctores y abogados realmente brillantes) pretendía cambiar el orden natural de las cosas.
La bula del Papa León XIII condenado la Asamblea Nacional y la nueva “Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano” no se hizo esperar, movilizando al mejor aliado de Roma, el Sacro Imperio Romano (Austria) que tenía razones tanto políticas como personales de intervenir en el conflicto siendo la princesa Austriaca María Antonieta, la consorte de Louis XVI así comenzó la sangrienta batalla de Valmy, gesta heroica para los “Sans-Coulottes” (milicia popular formada por plebeyos que tomaba ese nombre para remarcar su origen popular, el Coulotte era el pantaloncillo ocupado por los aristócratas, ergo ellos no lo usaban) y deshonrosa derrota al ejército del
Sacro Imperio Romano formado por nobles, en manos de un puñado de campesinos armados con horquillas, piedras, bayonetas oxidadas y pocos fusiles, pero en sus manos tenían el arma más certera y eficaz, al amor a la libertad.
Al evitar la entrada de los austriacos a París, el absolutista rey se quedo sin opciones que le permitieran mantener su poder, al día siguiente, Louis XVI quiso huir, como rata abandonando el barco que se hundía, a raíz del desconocimiento del Louis XVI a la nueva Carta Magna, no quedó otra opción más que proclamar la Primera República.
Siendo un gran avance político en el mundo moderno, donde los representantes eran elegidos a travez del voto universal, sin distinción de clase o cuna, siendo un riesgo ara las demás monarquismo europeas, la “sacra Coalición” decidió dar un golpe preventivo, y cortar la cabeza de esa república antes de que sus ciudadanos se vieran contaminados por esa inmoral idea de querer elegir a sus gobernantes, Italia, los Estados pontificios, Suecia, Inglaterra y el Sacro Imperio Romano declararon la guerra a la República de Francia, incitando a la población de campesinos que se arraigaba en ellos el fuerte control eclesiástico en el norte de la región de La Vendée ubicada en Bretoña, frontera con el mar Inglés sublevando a la población a favor del antiguo régimen bajo el lema de “Por mi Amo y mi Dios” los vendeanos se alzaron contra su propio gobierno republicano financiados por los nobles ingleses, con la excusa de que la “Cosntitución Civil del Clero” (Que nacionalizaba los bienes de la iglesia, así como prohibía la propaganda política en los sermones dominicales) era una afrenta a sus libertades religiosas. (Esto me recuerda a la guerra de Reforma y la guerra de los cristeros en México, donde en 1856 se nacionalizaba en la República mexicana los bienes de la iglesia y en 1926 se proclamaba la educación laica en las escuelas)
Así fue como la República Francesa se vio sumida en dos guerras simultáneas, una dentro de sus fronteras y otra hacia fuera para defenderlas, una atroz pérdida de vidas marcaría uno de los periodos más controversiales de la Revolución.
Para entender el siguiente punto, me permito explicar la estructura de la recién formada república, donde el poder judicial y el poder ejecutivo compartían funciones, formaron un ministerio denominado “comité de seguridad pública” (también mal traducido como comité de salvación pública o comité de salud pública) el cual tenía como objeto administrar el estado, así como cuidarlo de amenazas externas e internas en contra de la República.
Como jefe de dicho comité se eligió a un brillante joven juez de la provincia de Arras, conocido por sus notable retórica, así como por su impecable administración de justicia, apodado “El Incorruptible” así comenzó la leyenda de este personaje (para algunos iletrados en este tema, infame y sanguinario tirano) Maximilien Françoise Marie Isidore de Robespiere, ese representante popular que fue elegido para representar a su provincia en 1789 en la “Asamblea de los Estados Generales” donde adquirió notoriedad por ser uno de los primeros a llamar al “juramento de la Cancha de Tenis” del cual he hablado en párrafos anteriores, se vio con la dura tarea de preservar la República bajo cualquier medio necesario (y lo logró, sacrificando su propia reputación en los siglos venideros)
Corría el año de 1793 y la sanguinaria guerra transcurría en las fronteras y en el norte, Robespiere armado con su impecable retórica sustentada en el amor a la razón a la república y la libertad se opuso desde la tribuna a influenciados políticos pagados por Inglaterra y Austria (como el caso de Danton) que proclamaban la sumisión a los monarcas extranjeros, no tuvo otra opción más que llamarlos por su nombre: Traidores, llamando al arresto y sometiéndolos a un juicio popular donde los verdaderos registros históricos denotan un debido proceso judicial donde imperaron las garantías individuales de los indiciados, así como su derecho a la defensa y su presunción de inocencia hasta que las pruebas demostraran lo contrario, y en muchos casos como el de Danton y Desmuollins así lo probaron.
Robespiere fue tan eficiente que en menos de un año, la rebelión en la Vendée había sido sofocada y las guerras contra las potencias extranjeras habían sido ganadas, propiciando un periodo de paz a la república obtenida a base de muchos sacrificios y derramamiento de sangre.
Naturalmente los políticos del momento argumentaron que ya no era necesario un hombre como Robespiere para administrar un comité de seguridad pública en época de paz, pero El Incorruptible tenía tanta aceptación popular, que su reelección era inminente, ante el peligro de perder en las urnas, la facción de los conservadores (muchos leales en secreto al antiguo régimen) optaron por una solución más radical, el 27 de julio de 1794 interrumpieron el discurso de Robespiere, disparándole en la mandíbula para desarmarlo de su impecable retórica, queda el recuerdo de otro gran pensador de “la República de la Virtud” Louis Antoine León de Saint-Just donde grito”Ciudadanos, dadnos el derecho de hablar en la tribuna, por qué los homicidas no lo permitirán” Robespiere fue conducido junto a sus más acérrimos defensores al sótano del ayuntamiento, inmediatamente los ejércitos populares se movilizaron para liberarlo, tomando el control de la asamblea, se declaró a Robespiere como “forajido” limitando las funciones de la milicia e imposibilitándolos para liberarlo, a la mañana siguiente, sin previo juicio, ni audiencia, Robespiere era decapitado boca arriba, mirando al cielo (al contrario de Louis XVI que fue departía do con la mirada en la tierra) sus restos quemados con cal y enterrado en una fosa común.
Comenzó el llamado “Terror Blanco” donde los conservadores en unos meses causarían al rededor de 10,000 muertes a los simpatizantes del régimen liberal de los Jacobinos y (Facción a la que pertenecía Robespiere) a sus adversarios políticos.
Una vez más Francia se hundió en los excesos de una clase gobernante, surgió la burocracia, arriesgando con destruir todos los avances de la constitución Jacobina de 1793 (donde entre otras cosas permitía la libre asamblea, la libertad de expresión, la libertad religiosa, la libertad sobre la propiedad privada, y el derecho de los judíos a poseer bienes) solo hasta 1799 que Francia fue rescatada por otro coloso militar, de apellido Bonaparte, pero ese es tema para otra ocasión.
¿Qué podemos aprender de todo esto? Bien después de un breve resumen de lo que fue la revolución francesa, debe contrastarse con los 500 años de la inquisición española.
Por un lado tenemos una administración de justicia basada en la tortura, en la presunción de culpabilidad, donde el indiciados ese probar su inocencia ante la autoridad, estoy de acuerdo que los reportes sobre la Inquisición española son exagerados, pero eso no la exime de ser una referencia de un régimen brutal, donde no imperaban las garantías individuales, en contrario sentido, la Revolución Francesa de nacimiento a los derechos humanos, precursores de las garantías individuales en nuestro sistema jurídico, donde la autoridad debe demostrar la culpabilidad del indiciados, no al contrario.
Si bien es cierto que la Revolución Francesa causó innumerables muertes, debemos entender el contexto, fue una guerra que duró poco más de 5 años, con facciones enfrentadas por diversos intereses, en esta cuestión histórica no podemos caer en el maniqueísmo, ni en él relativos o de que por qué una fue mala, la otra buena, o vice versa, tenemos que entender que ambos movimientos desembocaron en terribles muestras de intolerancia constando en unos casos la vida, y en ambos la dignidad del individuo.
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